Hay una raza de gente, si, una raza, separada y especial, con sus características psicobiológicas propias, que se dedica a, en general, romperle las bolas al resto de los seres vivos.
Si bien podría argumentarse su terrible situación, su destino implacable que los ha relegado a lugares de terror como ministerios y, digamos, caucheras.
Este iba a ser el post con más comas de la historia hasta que me di cuenta. Continuemos.
Entiendo muy bien, de verdad, qué no te guste tu trabajo. A mi tampoco me gusta y yo ni tengo trabajo. Entiendo también que tengas un mal día. Si yo tuviera tu trabajo, yo también estaría teniendo un mal día.
Lo que no termino de entender es el deseo enfermizo de arruinar la vida de todos los demás si las cosas no salen como yo quiero.
El habitat natural de estas criaturas puede ser tomado como argumento. Los ministerios, a parte de hacer crecer esta gente en sus paredes humedas, son emporios de corrupción y mal. Los buenos ministerios, esos de Escandilandia donde todo funciona, son una institución completamente distinta. Estos ministerios no se dedican al servicio público. Se dedican a, en escencia, desacelerar la modernidad. Verán, la acelerada vida moderna no es tan solo una metáfora. Es realmente un hecho. La vida está a como 5x la velocidad normal. Todo pasa como un asesinato, estás muerto antes de que si quiera te hayas dado cuenta que estabas viviendo.
Los ministerios (malos), son lugares donde se le baja, al menos, 3x a la velocidad de la vida moderna.
Con este tiempo, los cicudadanos tienen oportunidad de pensar cosas como, por ejemplo, "ya no voy a llegar a tiempo", "estoy rodeado de imbeciles. Vivo en una ciudad de imbéciles. Un país de imbéciles. Todo es imbécil" y el famoso "¿Por qué estoy viviendo?".
Estas francas preguntas existenciales acompañan a la gente que hace las colas pero, por suerte, desaparecen en cuanto vuelven a reconectarse al ritmo cotidiano viendo algún Reality Show.
Quienes no se liberan nunca de ellas son los empleados de los ministerios.
La raza perdida.
Los empleados de los minsterios hace tiempo dejaron de preguntarse cosas. Lo único que parece quedarles es un odio profundo hacia todo lo existente. Un tedio absoluto los mantiene anclados a una silla durante 6 horas, pero si tuvieran la energía, el mundo entero cesaría de existir. Cuando alguna persona llega a pedir auxilio, desearían tener el poder de explotar cabezas con el pensamiento (lo que explica la mirada), pero se conforman con un mal mucho peor: tortura por burocracia.
Mucho se habla de otros tipos menos elaborados de tortura, pero 8 de cada 10 personas afirma que no hay peor tortura que la burocracia.
Imagino entonces que este es el motivo por el cual, no solo llegan a odiar su trabajo, sino se funden con él para crear un enfermizo criatura-del-ministerio cuyo unico objetivo es expandir el dolor en el mundo.
Es increible pensar entonces que, lo que todos, absolutamente todos los presidentes de este país han hecho es construir ministerios.
Pero hay que ver que no hay militante más verdadero que el que se la pasa sufriendo.