Cualquier producto de ficción es en realidad un pedazo cognitivo encapsulado.
Si, yo se, es una forma bastante intensa de decir que los libros son hechos por personas (durrr), pero síganme la corriente, estoy tratando de llegar a algo.
Si partimos de las siguientes premisas:
- La ficción es un pedazo de cognición, sacado de nuestra mente e incrustado en algún tipo de soporte técnico.
- Más que cualquier otro tipo de producto intelectual, la ficción es el producto que se asemeja más a la realidad, pues pretende "transportar" al usuario a una realidad específica, ofreciendo estímulo, así sea virtual, de todos sus sentidos.
- La realidad es un constructo, producto del diálogo de millones de cogniciones a través de productos intelectuales tales como la ficción.
- La realidad es experimentada por los individuos.
- La realidad es, por lo tanto, un tipo especial de ficción: la narración creada a través del diálogo entre el individuo, su entorno social y su entorno físico, procesado a través de mecanismos biológicos cognitivos, permeados de prejuicios provenientes de la socialización.
- La auto-consciencia es producto del mismo mecanismo que construye el resto de la realidad.
Resulta razonable concluir:
Un producto de ficción tiene la capacidad de transformar, cambiar y reemplazar el entorno y carácter de cualquier individuo expuesto a él.
Ni Star Wars, ni cualquier producto de ficción, es tan solo un "accidente curioso" o una expresión humana o cualquier otro calificativo que denote irrelevancia: Star Wars puede cambiar, no solo tu vida, sino la realidad misma en la que te desenvuelves.
Casos aislados, como los fanáticos que viven la religión Jedi con la disciplina de cualquier creyente de otras religiones, son en realidad casos emblemáticos de lo que produce una obra de ficción: estos individuos tienen cierta inmunidad por la "ficción dominante", impuesta a todo el resto a través de los medios de comunicación, que determina que mentiras son, para el conjunto de la sociedad, aceptadas, y cuales no.
Al no verse afectados por el juicio externo (ya sea por omisión o como un mecanismo de autoexclusión o el motivo que fuere), pueden construir una ficción personalizada a partir de los productos disponibles. Como Star Wars, Star Trek y cualquier otro tipo de producto de culto.
El mismo proceso ocurre, en menor medida, en todos los individuos de una sociedad. Una ficción se incluye lentamente en la cultura dominante y se convierte en verdad socialmente aceptada de manera lenta, dependiendo de factores físicos (poder).
Basta con ver y comparar los cientos de miles de rituales que se realizan al rededor de la tierra, que los individuos tomamos como verdades absolutas, para darnos cuenta que son el resultado de narraciones no muy diferentes a Star Wars.
En contextos más cerrados, como ciudades, existen narraciones propias que determinan la percepción de la realidad de los individuos. Cuando se viaja de un país a otro, no es solo el paisaje el que cambia sino la realidad misma, ya que el individuo sale de una narración para entrar en otro.
No muy diferente a lo que pasa cuando pasas de un juego de computadora a otro. No cambia solo las reglas o los nombres, sino la construcción entera de la realidad.
A raíz de todo esto, tengo bastante seguridad al afirmar que: para cambiar el mundo, basta con producir y difundir ficciones capaces de incluirse en la narración interna de las personas.
Más aún: para cambiar la realidad, basta con manejar la vida propia como un producto dramático: si vemos nuestras vidas como una novela, podemos ayudarnos a realizar cambios de nuestro carácter y nuestro entorno a través de un buen uso de recursos dramáticos en las tramas que llevamos. Construir conflictos, resoluciones, motivaciones, vivir la vida como si fuéramos personajes de una película.
De esta manera, es más fácil realizar cambios de nuestro carácter si los hacemos no por tener razón lógica, no partiendo de principios funcionalistas, sino por tener sentido dramático: hacer que los cambios que queremos sean congruentes con una narración convincente y estimulante.
Es seguir el flujo natural de nuestra cognición, que funciona de esa manera.